Saltar al contingut Saltar a la navegació Informació de contacte

Actualidad

Al igual que tenemos la responsabilidad de proclamar la falta de igualdad en todos los lugares donde la vemos, es justo reconocer la igualdad donde se encuentra. Desde su fundación, en 1978, los integrantes del elenco artístico del Ballet Nacional de España se han dividido casi en igual número entre hombres y mujeres.

Si bien es cierto que aún no hemos contado con una mujer guitarrista, su presencia también es paritaria, cuando no mayoritaria, entre el equipo técnico y administrativo, desde las labores de regiduría, a producción, comunicación o utilería.

Hay que destacar especialmente que las labores directivas, el cargo con mayor responsabilidad del Ballet Nacional de España, las han asumido mujeres en cuatro de las diez ocasiones en las que ha habido un cambio de dirección. Incluso, si sumamos individualmente, fueron seis las mujeres, frente a cinco hombres, las que han dirigido el BNE, debido a que una de las direcciones fue compartida por tres mujeres, y uno de los directores repitió en dos ocasiones.

La primera que se hizo cargo de esta labor, muy pocos años después de la fundación del Ballet Nacional de España, en 1983, fue María de Ávila. Nombrada al mismo tiempo directora del Ballet Nacional Clásico, la actual Compañía Nacional de Danza. Ha sido la única vez que ambas compañías han compartido dirección.

La que fue maestra de Víctor Ullate, Arantxa Argüelles, Carmen Roche o Trinidad Sevillano transformó ambas compañías y potenció la internacionalización, la difusión y la renovación de los repertorios. Más conocida por su faceta como bailarina y profesora de danza clásica, se movía con soltura en ambas disciplinas, pues también se había formado en escuela bolera con Julia Castelao y Pamela Pamiés.

Bajo su dirección se estrenaron tres de las obras más emblemáticas del BNE: Medea, adaptación del mito clásico de José Granero, con música de Manolo Sanlúcar y guion de Miguel Narros; Danza y tronío, de Mariemma, un verdadero homenaje a la escuela bolera; y Ritmos, de Alberto Lorca.

En 1986 la sustituyó en la dirección José Antonio y no fue hasta 1993 cuando otra mujer ocupó el cargo. En esta ocasión fueron tres las directoras del Ballet Nacional de España. Aurora Pons, Victoria Eugenia 'Betty' y Nana Lorca formaron un triunvirato hasta 1997, en el que la primera asumió la coordinación, mientras que Betty se enfocó en la parte artística y Nana Lorca, en la programación. Las tres habían estado vinculadas anteriormente al BNE como intérpretes, creadoras y, sobre todo, como maestras.

Aurora Pons, que había sido primera bailarina del Liceo de Barcelona y bailado con Luisillo, Antonio el Bailarín y Pilar López, entró como maestra en el BNE con Antonio Gades. También fue maestra Victoria Eugenia 'Betty', tras haberse formado con la familia Pericet y Karen Taft. Además de maestra, hay que destacar la faceta de Betty como creadora de coreografías, tanto para el repertorio del BNE como para artistas como María Rosa, Lola Flores o Paquita Rico. Entre sus creaciones más recordadas se encuentran Danza IX (1985), Chacona (1990) y Viva Navarra (1978). Por su parte, antes de formar parte de este triunvirato Nana Lorca había sido adjunta a la dirección junto a José Antonio desde 1987, además de bailarina principal en las compañías de Pilar López y José Greco.

En resumen, las tres sumaban una amplia experiencia tanto como intérpretes, coreógrafas y gestoras, que se plasmó en el estreno en el BNE durante esa época de solos como A mi aire, coreografía de Betty con música de Enrique Granados, o La oración del torero, con música de Joaquín Turina. Durante sus cinco años de mandato, las tres aportaron una gran variedad y diversidad estilística al repertorio, modelando con esmero la personalidad del BNE.

En 1998, Aída Gómez fue pionera por partida doble al convertirse en la primera bailarina del Ballet Nacional de España elegida directora y en la persona más joven que accedía a este cargo, al contar solo con 31 años. Su fuerza, audacia y disciplina ya habían llamado la atención de Antonio Ruiz Soler, que la introdujo en la compañía en 1982. Formada en danza clásica y española con Merche Esmeralda, Juanjo Linares, Carmina Ocaña, Manolete, Victoria Eugenia y Maurice Bejart. De su etapa como primera bailarina en el BNE destaca el paso a dos Puerta de Tierra, que bailó con José Antonio.

La conmemoración de los 20 años del BNE en 1998 fue una declaración de los principios que marcaron su dirección: la búsqueda del equilibrio entre la reposición de piezas emblemáticas del repertorio, como Rango, de Rafael Aguilar, y el clásico de Antonio el Bailarín Eritaña; y el estreno de innovadoras coreografías, como Poeta, de Javier Latorre, un homenaje a Rafael Alberti con escenografía de La Fura dels Baus y vestuario de Devota & Lomba.

Durante esta etapa, Aída Gómez siguió creciendo como intérprete y aportó también varias coreografías propias al repertorio del BNE, por ejemplo, Silencio rasgado. Como directora de su propia compañía desde 2001 ha continuado potenciando estas dos facetas en el espectáculo Salomé, con dirección escénica de Carlos Saura, y sus siguientes propuestas. Galardonada con el Premio Nacional de Danza de Interpretación en 2004, ha dirigido el festival Madrid en Danza hasta 2020.

Su sucesora en la dirección del Ballet Nacional de España fue Elvira Andrés, bailarina del BNE durante la dirección de Antonio Gades, figura con la que ha estado muy unida su trayectoria profesional. Abandonó el Ballet Nacional para formar parte de la compañía de Antonio Gades cuando este dejó la dirección en 1981. Posteriormente ganó dos veces el Certamen Coreográfico de Danza Española y Flamenco de Madrid, y formó su propia compañía, con la que montó Bodas de sangre, de su maestro Gades. Elvira Andrés tomó las riendas del Ballet Nacional de España en 2001.

Durante su gestión en el BNE, Elvira Andrés fortaleció la pluralidad en el repertorio de la compañía, ajustando la danza española a las necesidades y preocupaciones estilísticas actuales y estimulando la creación de nuevas piezas por parte de creadores jóvenes. Recuperó importantes piezas, como el Concierto de Aranjuez, de Pilar López, quien supervisó personalmente el remontaje de esta obra que hacía ya 25 años que no había sido bailada por la compañía, y reestrenó Fuenteovejuna, de Antonio Gades. Hurgó en el pasado para devolver al bailaor Juan Sánchez el Estampío el lugar que merecía en la historia del zapateado, e invitó a María Pagés o Teresa Nieto, artistas con inquietudes por la investigación en el seno de la danza española y contemporánea, a montar para el BNE Ilusiones FM y Mareas. También tuvo tiempo para reponer su propia coreografía Mujeres y estrenar Colores.

Una vez abandonó la dirección en 2004, se centró en la docencia. Ha trabajado en el prestigioso centro de formación Amor de Dios de Madrid y actualmente pertenece al equipo docente del Conservatorio Superior de Danza María de Ávila de Madrid.

Estas seis mujeres, como lo harán las que vendrán después, demostraron con creces la fuerza, inteligencia y valentía que requiere dirigir una compañía como el Ballet Nacional de España.