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Manuel Busto. Foto: Salva Barroso.

Actualidad

En la partitura original de La Bella Otero cohabitan una gran diversidad de estéticas, desde el folclore gallego al flamenco, la relectura de estilos de la Belle Époque y otras con aspiración de vanguardia. El encargado de hilvanar esta urdimbre musical en un tejido sinfónico con bordados de guitarra y percusión flamenca, y caireles de freestyle folk, es el compositor y director de orquesta Manuel Busto. El resultado de la colaboración entre él, Agustín Diassera, Alejandro Cruz Benavides, Rarefolk, Diego Losada, Enrique Bermúdez, Víctor Márquez y Pau Vallet es “una música sin prejuicios en su concepción y que no renuncia a nada”.

¿Cómo es la música que has creado para esta obra?

Al hablar de la música de La Bella Otero resaltaría por un lado la gran diversidad de estéticas que conforman la partitura, sin dejar estar concebida con una gran unidad compositiva, donde cohabitan desde el folclore gallego a estéticas con aspiración experimental o de vanguardia, desde el flamenco a relecturas actuales de estilos y formas usados en la Belle Époque.

Por otro lado, ha sido importante la apuesta por desarrollar un color rico y diferente en cuanto a la concepción instrumental y de orquestación, al haber concebido una orquesta donde los guitarristas y la percusión flamenca formaran parte natural de una formación orquestal ya de por sí rica en colores y timbres, gracias al desarrollo de técnicas instrumentales de finales del XX y del XXI, alejándose de la orquesta clásica pero heredera de la misma. En resumen, es una música sin prejuicios en su concepción y que no renuncia a nada.

 ¿En qué te has inspirado para componerla?

La propia vida de la Bella Otero es ya de por sí una fuente inmensa de inspiración y sugerencia creativa, que nos ha obligado a exprimir la capacidad imaginativa de todos para abarcar multitud de estilos, que luego la técnica y el oficio han ido cohesionando con el fin de dar unidad a la obra.

 ¿Hay alguna diferencia a la hora de crear una obra musical para danza?

Para mí la música es música, independiente hacia donde vaya dirigida. Pero sí es verdad que, a la hora de componer para danza, similar a lo que sucede en la ópera, hay una dimensión espacial con vida propia, que hay que tener en cuenta a la hora de confeccionar la partitura. Porque a través de la música podemos, y debemos, insinuar o invitar a la coreografía a tomar un camino u otro en determinados momentos. En mi caso particular, cuando escribo para danza no puedo evitar idealizar movimientos corporales en mi cabeza. Me ayudan a desarrollar la partitura por un camino u otro.

¿Rubén Olmo te dejó libertad total?

En toda obra colectiva, la libertad total no existe. Siempre debe ir de la mano de una visión plural; esa es su esencia. La verdad es que Rubén sabe encontrar el perfecto equilibrio entre la idea global de partida bajo la que estamos todos, recogida en este caso en el libreto de Gregor Acuña-Pohl, y que el artista sienta que puede dar rienda suelta a toda su personalidad creativa. En el proceso de composición, es preciso que haya interacción cuando ya tenemos un borrador sonoro sólido, por lo que siempre se requieren modificaciones, de cara a potenciar el mensaje final, no solo coreográfico, sino total. Él siempre trabaja y tiene en cuenta todas las dimensiones en las que puede leerse un espectáculo, algo que para un compositor es crucial, por lo que nos entendemos perfectamente a todos los niveles.

No es la primera vez que compones para el Ballet Nacional de España, pero sí el primer ballet argumental. ¿Ha modificado este hecho tu forma de trabajar?

De alguna forma siempre hay una idea que se quiere plasmar en una coreografía, incluso sin argumento narrativo, por lo que de alguna forma siempre hay un hilo conductor. La principal peculiaridad y complejidad añadida que sí ha tenido esta obra es la de tener que insertar acertadamente dentro de la partitura temas que no son propios y naturalizarlos dentro de la misma. Se tratan de autores que han hecho un trabajo precioso y que provienen de otros estilos, como son Agustín Diassera o Alejandro Cruz, y mi principal reto a la hora de desarrollar los arreglos y orquestaciones es que no perdieran un ápice de la frescura y personalidad original, pero quedaran insertadas como parte natural de la obra. Reto que he resuelto insertando material compositivo de mi autoría en estos temas o utilizando parte de ese material temático en fragmentos propios.

¿Te has fijado en algún referente musical, compositor u otras obras del Ballet Nacional de España para componer esta obra?

Aunque conscientemente no ha sido así, indudablemente mucha de la música que ha sido escrita para el Ballet Nacional de España, o ha sido interpretada por el mismo, forma parte de mí como artista, por el estudio o admiración hacia ellas y sus compositores. Sí es verdad que quizá lo que más me ha marcado ha sido lo que he echado en falta, y es precisamente la comunión entre los instrumentos que forman parte de la propia compañía y la orquesta en el repertorio del BNE, compañía única en el mundo también por los instrumentos que forman parte de la misma. En pleno siglo XXI hay un desarrollo importante de las técnicas de escritura para poder concebir y plasmar esta unidad entre músicos flamencos y clásicos, sin renunciar al diálogo y protagonismo propio de cada uno. Eso multiplica sus posibilidades y le da una personalidad única.

¿Es este un camino que querías recorrer desde hace tiempo o hacia donde quieres dirigirte?

Pues me gustaría seguir por el camino que sigo: un camino sin barreras, donde tengo la tremenda fortuna de mantener dos carreras que me apasionan por igual con mucha actividad a día de hoy, la dirección y la composición. Ambas también muy versátiles, yendo del mundo sinfónico a la ópera, pero que tienen hacia la danza una mirada especial, y aún más especial si cabe hacia el flamenco, la danza española o el contemporáneo, debido a la inmensa capacidad emocional que poseen y porque, de alguna manera, están presentes en mi música más sincera y personal, en mi yo más verdadero. 

Debido a la pandemia, ha sido necesario reducir el número de músicos de la orquesta que van a interpretar la música en directo. ¿Cómo es componer y dirigir en la época del coronavirus?

Es como para cualquier trabajo colectivo, algo complejo y complicado, pero sobre todo imprevisible y, como es el caso, obliga a asumir sacrificios importantes. A la hora de escribir una obra nueva en la era Covid, yo soy el primero que he reducido considerablemente la concepción instrumental de las obras en las que estoy trabajando actualmente. Sí es verdad que La Bella Otero fue una partitura exactamente anterior al primer confinamiento, por lo que no pudimos anticiparnos en su idealización. No obstante, aunque la orquesta se verá reducida, hemos llegado a un número donde todos los timbres estarán presentes, a pesar de que la densidad de los mismos no será la deseada. Los medios técnicos para una obra pensada ya de antemano para ser amplificada nos permitirán que la música sufra lo menos posible, y que La Bella Otero pueda lucir radiante en su estreno.