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Historia

Antonio Gades (1978-1980)

Nació el Ballet Nacional de España bajo el signo de la innovación. Que Antonio Gades (Elda, 1936, Madrid, 2004) fuese su primer director artístico es prueba irrefutable de una vocación de apertura y de un entendimiento amplio de la danza española, el flamenco y el folclore, pilares estilísticos sobre los que se erigió esta compañía que conoció el éxito al instante. Cuando arrancó, en 1978, ya Gades era una figura internacional de éxito y estaba iniciando el sendero de la creación coreográfica que le llevaría a la cúspide. Hombre de cultura amplia, presagió en su obra las importantes transformaciones que terminarían, ya en el siglo XXI, por insertar al flamenco dentro de la vanguardia sin fronteras que ha caracterizado a las artes escénicas recientes. En este sentido, resulta insoslayable su aportación como pionero de lo que hoy se conoce como el Nuevo Flamenco, corriente en alza que acapara la atención de los sectores más radicales de la danza contemporánea internacional.

Como suele ocurrir con la mayoría de las danzas populares y folclóricas, el mensaje del flamenco era el flamenco mismo. El flamenco era el fin. El goce de bailar y ver bailar constituía la esencia de la dinámica escénica. No obstante, Gades había comenzado a entender que el flamenco podía ser vehículo para expresar ideas y emociones auténticas, armar un discurso y bordar una dramaturgia. Gran admirador del ballet, realizó intentos loables por trasladar hacia su arte algunos preceptos propios de la danza académica, especialmente en lo referente a los recursos narrativos. Y sin dudarlo, hizo alianza con Federico García Lorca para emprender este camino.

Había estrenado Bodas de sangre en Italia, en 1974, pero fue su incorporación al repertorio de Ballet Nacional de España la que supuso su consolidación internacional y también la de la recién creada compañía estatal. En un tiempo comprimido y con una fuerza emocional arrolladora traduce Gades al mundo expresivo del flamenco la enorme tragedia lorquiana. La luna de muerte, la tensión de La Novia y la inocencia de El Novio, el arrojo del amante gañán, la pasión descontrolada y desbocada de los amantes más el enorme sentido poético y trágico de Lorca pasan intactos al mundo flamenco creado por Gades, donde la danza es vehículo, lenguaje y soporte de un espectáculo en el que la auténtica protagonista es esta tragedia de sangriento desenlace. La atrevida e innovadora secuencia de la pelea a navaja entre Leonardo y El Novio, desarrollada mediante una emocionante lucha a cámara lenta corporal se inscribe dentro de los más destacables momentos de su danza y del flamenco en general.

Bodas de sangre supuso el arranque de la investigación más trascendente de Gades, completada años más tarde por El amor brujo y Carmen, que cierran una trilogía hoy ya legendaria, especialmente tras su reconversión en películas hechas en complicidad con el realizador Carlos Saura. Pero desde sus inicios, el Ballet Nacional de España no ha sido nunca una compañía de autor, y así lo entendió el maestro, que se propuso firmemente el rescate de la memoria coreográfica española del siglo XX, impulsando la recuperación de obras trascendentes como Fandango, del Padre Soler, algunas coreografías de Mariemma o, entre muchas otras, el imponente Concierto de Aranjuez, de Pilar López. De su cosecha, aporto La Suite Flamenca, compuesta por siete piezas de baile tradicional reinventadas desde su propio lenguaje. Fueron apenas dos años los que estuvo Gades al frente del ente público pero fue un período breve de gran alcance. Con él se asentaron las bases y la línea artística que ha definido y sigue definiendo al Ballet Nacional de España todavía hoy.

(Textos: Omar Khan)

Bodas de Sangre Obra: Bodas de sangre (1979). Coreografía: Antonio Gades. Foto: © José Lamarca. Archivo Fundación Antonio Gades.

Antonio Ruiz Soler (1980-1983)

En el mundo del flamenco se le conoce simplemente como Antonio El Bailarín y es toda una leyenda. Seis años tenía Antonio Ruiz Soler (Sevilla, 1921 - Madrid, 1996) cuando sorprendió al público en el Teatro Duque, de su ciudad natal, donde fue proclamado por derecho niño prodigio. Por aquel entonces ya hacía pareja con Rosario, que sería por mucho tiempo complemento fundamental. Numerosas actuaciones en distintas ciudades, incluida Madrid, donde se les conocía como los Chavalillos Sevillanos, fueron el precedente a un contrato que, en 1937, les llevó a él y a Rosario durante doce años a actuar compulsivamente por América Latina y también por una Norteamérica que se rindió a los encantos seductores de su baile. Fue en 1946, en México, cuando se estrena Zapateado de Sarasate, quizá una de las más emblemáticas creaciones de su tremendamente amplio repertorio. Tras más de una década frenética sienten necesidad de volver a Europa. Eran otros tiempos y los ecos de su éxito en América tenían poca repercusión en España, así que no fue fácil. Se les seguía vinculando a los Chavalillos Sevillanos, especialmente en Madrid, y les salían pocos contratos. Eso, hasta Su actuación en la Semana Santa sevillana de 1949, que fue éxito rotundo que impulsó su conquista de Europa con actuaciones en París, Suiza, Italia, Dinamarca y Sucia, entre muchos otros, actuaciones todas que fueron antesala a sus giras por Oriente Medio y, en general, el mundo árabe. 

A inicios de los años cincuenta todo es ebullición en la vida del coreógrafo y bailaor. Rompe con Rosario y comienza a gestar en Sevilla la idea de una compañía propia, que consolida en los estudios de la calle Montera, de Madrid. Al mismo tiempo crea el martinete, un estilo reservado al cante, que con él se convierte en sofisticado baile y le ocurre también que Leonide Massine, que fuera colaborador de Diaghilev en Los Ballets Rusos, le llama para protagonizar El sombrero de tres picos, en La Scala de Milán. Más tarde, en 1953, funda Antonio Ballet Español (conocida años después como Antonio y su Ballet de Madrid), una compañía de 35 intérpretes, con la que además inaugura los Jardines del Generalife, espacio privilegiado del Festival de Música y Danza de Granada. Llanto por Manuel de Falla, El albaicín, El amor brujo y, muy especialmente, su propia versión de El sombrero de tres picos, que se desmarca de Massine y es hoy un verdadero hito de su extensa producción, se cuentan entre el repertorio. En el año 1978 decide retirarse y emprende una gira de despedida con el espectáculo Antonio y su Teatro Flamenco, que culmina con su adiós a los escenarios en la ciudad japonesa de Sapporo. No obstante, quedaba aún un importante capítulo en su vida artística: tomar el relevo de Antonio Gades al frente del Ballet Nacional de España, donde permaneció desde 1980 hasta 1983. Aunque durante este período se reponen sus creaciones más relevantes, sigue la senda iniciada por su predecesor, remontando numerosas creaciones de maestros y pioneros de la danza española.

Una terrible hemiplejía le dejó en una silla de ruedas, probablemente lo más duro que le puede ocurrir a las piernas de un bailarín aunque esté retirado. Murió en 1996 llevándose el honor de ser considerado uno de los más prolíficos, virtuosos y gloriosos bailaores que dio el país en el siglo XX. “El alma de España baila en ti”, le había dicho Arturo Toscanini. El Ballet Nacional de España, en su temporada 2016, prepara un sentido homenaje que incluye parte de su legado, desde la ya lejana Zapateado de Sarasate y Eritaña hasta Taranto (La Taberna del Toro), Fantasía Galaica y, por supuesto, El sombrero de tres picos, una de las más ambiciosas de su legado.

(Textos: Omar Khan)

María de Ávila (1983-1986)

No tuvo España maestra igual. María de Ávila (Barcelona, 1920 – Zaragoza 2014) transmitió sabiduría e inteligencia a verdaderas estrellas, que van desde Víctor Ullate hasta Carmen Roche y Ana Laguna, pasando por Nazaret Panadero, Trinidad Sevillano y Arantxa Argüelles, entre muchas otras. Les enseñó a moverse en las exigentes coordenadas del ballet académico, desde luego, pero también les inculcó un principio fundamental de la danza contemporánea: les hizo entender que el cerebro es el músculo. Adicionalmente a esta labor pedagógica determinante, en el período que va de 1983 a 1986, se encargó de la dirección artística de los dos grandes entes públicos, temporalmente refundidos en una sola casa: el Ballet Nacional de España, donde sucedió a Antonio El Bailarín, y el Ballet Nacional Clásico (hoy Compañía Nacional de Danza), donde sustituyó a su discípulo Víctor Ullate. En ambas casas emprendió notables transformaciones colocando el acento visiblemente en la internacionalización y proyección, pero también tuvo un marcado interés en la renovación de los repertorios.

Por citar, bajo su gestión e iniciativa en el BNE se estrenó Medea, del maestro José Granero, que urdió con inteligencia esta adaptación del clásico griego al mundo de la danza española, que contó con música de Manolo Sanlúcar y guión de Miguel Narros. Es obra superlativa, tremendamente emocionada y dramática, que ha tenido reposición hace poco en el Ballet Nacional de España. De este período también data Danza y Tronío, de Mariemma, un trabajo fundamental que va a los orígenes y supone un verdadero homenaje a la Escuela Bolera o el ballet Ritmos, de Alberto Lorca, que contó con dirección de la misma María de Ávila. Son obras ya fundamentales y emblemáticas del repertorio del colectivo que, como Medea, han sido también remontadas en temporadas recientes del BNE.

María de Ávila se movió en ambos mundos con soltura. Aunque parece más un reclamo del ballet académico, siendo con frecuencia calificada como una de las bailarinas clásicas del país más relevantes del siglo pasado, la verdad es que dividió su pasión con la que sentía por la danza española, por su apego y respeto a la escuela bolera. Su maestra Pamela Pamiés, en Barcelona, le empujó a formarse desde niña en ballet y danza española, y la condujo también al escenario del Teatre El Liceu, donde sería habitual verle bailar. Allí empezó de muy pequeña como una de las esclavas infantiles de la ópera Aída o como el niño del Lohengrin wagneriano para pasar luego al cuerpo de baile del Ballet de esa casa, cuando tenía 14 años, hasta su debut como estrella con el estreno de Goyescas, de Granados, junto a su habitual partner Juan Magriñá. Durante la Guerra Civil no paró, y además, viajaba con frecuencia a Madrid para perfeccionarse en Escuela Bolera con la maestra Julia Castelao. En 1948 colgó las zapatillas para siempre pero lejos de desvincularse, empezaba apenas su auténtica aportación con la apertura de su primera escuela en Zaragoza. Maestra de gran alcance, tenía mal genio dentro y fuera de la clase pero sabía insuflar ánimo y coraje a todos sus jóvenes estudiantes, que terminaban admirándola profundamente. En 1982 fundó el Ballet Clásico de Zaragoza, colectivo de corta vida, que fue preámbulo a su nombramiento como directora única de las dos compañías estatales del país, donde hizo una importante labor de difusión y proyección. Murió María de Ávila en febrero de 2014, en Zaragoza, pero su legado persiste en los escenarios gracias a la gran cantidad de verdaderas estrellas que formó durante su activa vida en el mundo de la danza.

(Textos: Omar Khan)

José Antonio (1986-1992 / 2004-2011)

La vida artística de José Antonio Ruiz (Madrid, 1951), conocido simplemente como José Antonio, está fuertemente atada al Ballet Nacional de España y se remonta a los orígenes, siendo miembro fundador del primer elenco cuando Antonio Gades estaba al frente. Allí bailó, se hizo estrella, brilló con luz propia como intérprete y más tarde como coreógrafo. Es el director artístico de más larga trayectoria dentro de esta casa, dividiendo su reinado en dos etapas largas que van desde 1986, fecha de la dimisión de María de Ávila, quien le había traído de nuevo como bailarín estrella un año antes, hasta 1992, y más tarde un nuevo período, sucediendo a Elvira Andrés, desde 2004 hasta 2011, fecha en la que toma el relevo Antonio Najarro.

Aprendió José Antonio de los más grandes y entre sus maestros se encuentran personalidades de la talla de, entre otros, Victoria Eugenia, Alberto Lorca, Héctor Zaraspe o José Granero. En sus inicios bailó en el Ballet Español de María Rosa y también en la compañía de Antonio El Bailarín. Y es que genio y gracia tuvo siempre en el baile, pero también dotes para la creación, y ya en el año 1972 estaba fundando su propia compañía Siluetas, donde dio muestras de sus capacidades no solamente para el baile sino para la coreografía, con títulos como Pepita Jiménez, Paso a cuatro y Cancela, además de la danza para un montaje de la ópera de Mozart Las bodas de Fígaro, con dirección del maestro Giorgio Strheler, en La Scala de Milán, teatro en el que ha sido habitual invitado y casi siempre ovacionado. Más tarde, en 1982, reconvirtió su compañía en el Ballet Español de Madrid, con el que creó Variaciones flamencas y Desenlace, entre otras.

No obstante, es dentro del BNE donde desarrolla plenamente su carrera. Su primera gestión se recuerda como uno de los períodos de mayor impulso y alcance internacional de la compañía. Fue con él que la agrupación debutó en el Metropolitan Opera House de Nueva York, consiguiendo el galardón que los críticos de danza de la ciudad norteamericana otorgan al mejor espectáculo del año. Fue mérito de su gestión haber llegado a La Habana, donde estrenó en 1988 su propia versión de El sombrero de tres picos, que por petición expresa de Alicia Alonso, ingresó al repertorio del Ballet Nacional de Cuba. Fue gracias a su voluntad que bailaron en el legendario Kirov ruso, en 1990, donde estrenó su Romance de Luna y, poco más tarde, su creación Zarabanda ingresó al repertorio de este célebre colectivo soviético. Para la Expo 92 de Sevilla crea su propia Medea y dentro de los fastos de la primera década de existencia del BNE, consolidó un sueño, el de bailar junto a Antonio Gades Bodas de sangre, su obra más emblemática y profunda, en la que fueron acompañados por una entonces jovencísima Aída Gómez en el papel de La Novia.

Finalizado este primer y fructífero período dentro del BNE, reactiva su propia compañía y se convierte José Antonio en director de la Compañía Andaluza de Danza sevillana, donde sucedió a María Pagés y precedió a Cristina Hoyos. En 1997 es reconocido con el Premio Nacional de Danza y en 2004 vuelve a su casa, el BNE, nuevamente como director artístico. Aires de Villa y Corte, La leyenda y la muy innovadora El corazón de piedra verde, su último trabajo para la compañía, son relevantes creaciones de madurez en esta segunda etapa, obras que se suman a creaciones de envergadura como Laberinto, Con mi soledad, Don Juan o Carmen, que ya habían ingresado al repertorio de la compañía durante su primera dirección artística.

(Textos: Omar Khan)

Aurora Pons, Nana Lorca y Victoria Eugenia (1993-1997)

La renuncia de José Antonio al cargo de director artístico, en 1992, supuso un duro revés para el Ballet Nacional de España que había vivido durante su mandato artístico uno de los más espléndidos períodos de su historia. Por primera vez un triunvirato se haría cargo del devenir de la compañía. Aurora Pons ejercería de coordinadora al tiempo que a su misma altura, Victoria Eugenia y Nana Lorca serían adjuntas. Las tres tenían una especial vinculación histórica con la compañía como intérpretes, creadoras y especialmente como maestras. Pons (Barcelona, 1936 – Madrid, 2016) había comenzado su trayectoria en Cataluña con Juan Magriñá en el Institut del Teatre y como bailaora con Luisillo, Antonio el bailarín y Pilar López. Colaboradora del BNE casi desde su origen, su trayectoria aparece fuertemente vinculada a la casa antes de asumir esta dirección a seis manos. También maestra -para muchos una de las mejores que ha tenido la danza española-, Victoria Eugenia (Madrid, 1933) conocida como Betty, fue también dotada intérprete y sobre todo inspirada coreógrafa, gracias al empuje que le brindó su maestro Alberto Lorca, que siempre creyó en sus posibilidades creativas. Llegó al BNE en la etapa de María de Ávila con una larga y fructífera trayectoria a sus espaldas que incluía formación en danza española con la prestigiosa familia Pericet y en danza académica con Karen Taft. Había bailado para Antonio y coreografiado obras como Benamor, El barberillo de Lavapiés o Pasión gitana para artistas de envergadura como María Rosa, Lola Flores o Paquita Rico. Su contribución al BNE ha sido enorme. Por su parte, Nana Lorca (Murcia, 1937) había sido principal en la compañía de Pilar López en los años 50 y en el BNE había sido adjunta de José Antonio desde 1987, lo que garantizaba una continuidad de esa línea artística en esta nueva etapa.

La aportación conjunta de las tres trajo una gran variedad y diversidad estilística al repertorio de la compañía, que se nutrió principalmente de las creaciones de Victoria Eugenia, destacando títulos muy emblemáticos del acervo histórico del BNE como A mi aire, un solo breve y virtuoso para bailarina con música de Granados, que incluye puntas acompañando el toque de castañuelas, la Chacona, otro solo virtuoso creado en exclusiva para Maribel Gallardo, destacada bailarina de la compañía y La canción del torero que, con música del maestro Joaquín Turina, recrea el momento del rezo al que se entrega el matador antes de la faena. La obra, de enorme elegancia y profunda emotividad, fue creada para el potente bailarín Antonio Márquez, que se había incorporado como intérprete invitado durante el período de Pons, Victoria Eugenia y Nana Lorca, artistas creativas que durante cinco años modelaron con esmero la personalidad del Ballet Nacional de España. 

La muerte de Aurora Pons, a los 79 años, en enero de 2016, supuso un duro golpe para la danza nacional. Versátil, se movía con igual seguridad y soltura en la danza española y la danza académica. Con apenas 16 años conquistó la posición de primera bailarina del Ballet del Teatre El Liceu barcelonés. A mediados de los años 50 se traslada a Madrid invitada por Antonio el bailarín, y en el Teatro de la Zarzuela crece como intérprete y coreógrafa. Fue maestra de ballet en el BNE durante la transición que va de Antonio Gades a Antonio, y permanece como tal durante los años de María de Ávila hasta llegar a la dirección artística de la compañía en triunvirato con Victoria Eugenia y Nana Lorca. Sigue su labor docente en el Conservatorio Fortea, de Madrid, hasta su retiro definitivo en 2006.

(Textos: Omar Khan)

Aída Gómez (1998-2001)

Arrolladora es la fuerza de Aída Gómez (Madrid, 1967). Directora, coreógrafa y bailarina de clásico español, en su cuerpo se dan cita elegancia y temple, audacia y disciplina. Su carrera es indisociable del Ballet Nacional de España, casa en la que ha conseguido hitos de su ya larga trayectoria artística. Llegó a la compañía muy joven, en 1982, guiada de la mano de su entonces director artístico, Antonio el bailarín, que vio en ella cualidades extraordinarias y no dudó en colocarla en los roles más atractivos y difíciles del repertorio, destacando entre ellos Carmen y Don Juan. Empezó niña Aída Gómez, especializándose principalmente en danza española y clásica. De maestros, los mejores. Juana Taft, Maestro Ontin, Merche Esmeralda, Juanjo Linares, Carmina Ocaña, Manolete y Victoria Eugenia se cuentan entre sus principales guías y orientadores. Ovaciones escuchó bailando El fandango del candil, pieza clave que estrenó en el homenaje que el BNE realizó a La Argentina, bajo la tutela de la maestra Mariemma. Importante fue el paso a dos Puerta de Tierra, que bailó con José Antonio, y también el papel de La Molinera, en El sombrero de tres picos, obra con la que se reinauguró, en 1997, el Teatro Real de Madrid. Con Joaquín Cortés bailó en plazas internacionales de envergadura como el Royal Albert Hall londinense o el Radio City neoyorquino, y fortaleció su vertiente clásica trabajando con Maurice Béjart en su escuela Rudra, de Lausanne, en Suiza.

En 1998 se convierte en la directora artística más joven que hasta entonces había tenido el Ballet Nacional de España. Poeta, en homenaje a Rafael Alberti y con música de Vicente Amigo, supone uno de los títulos relevantes estrenados al inicio de su gestión. Fue durante la conmemoración de los 20 años del BNE (en la celebración de los diez, una década antes, la misma Gómez había bailado con Antonio Gades y José Antonio, el papel de La Novia en Bodas de sangre) y su apuesta supuso una declaración de principios con un programa doble que buscaba un equilibrio entre tradición y vanguardia. De un lado, importantes reposiciones de piezas emblemáticas del repertorio del BNE como son Rango, de Rafael Aguilar, y Fantasía galaica y Eritaña, dos verdaderos clásicos del amplio catálogo de Antonio el bailarín, y del otro, este deslumbrante Poeta, que contaba con innovadora coreografía de Javier Latorre, escenografía de La Fura dels Baus y vestuario de Devota & Lomba, todo un intento por demostrar las posibilidades inabarcables de la danza española y su capacidad para adaptarse a los tiempos. Entretanto, su carrera como intérprete avanzaba con nuevos trabajos. Antonio Canales la convertía en la encarnación danzada de la malograda pintora mexicana Frida Kahlo y José Antonio la hacía volver sobre Carmen, papel que parece hecho a la medida de su ferocidad escénica. Al mismo tiempo, la inspirada Semblanzas, estrenada en este tiempo, daba fe de su sensibilidad para la creación coreográfica. A esta pieza se sumaron Silencio rasgado y Mensaje, obras acordes con la sensibilidad y estética de finales del siglo XX. En 2001, ya fuera de la dirección del BNE, funda su propia compañía y estrena Salomé, con dirección escénica del cineasta Carlos Saura. Suite española, Permíteme bailarte y Adalí son parte del repertorio de su propia agrupación. En 2004 su trabajo es reconocido con el Premio Nacional de Danza en la modalidad de Interpretación. A finales de 2015, Aida Gómez es nombrada directora del Festival Madrid en Danza, una de las citas más importantes de la capital con la danza internacional y nacional, en todas sus vertientes.

(Textos: Omar Khan)

José Antonio (1986-1992 / 2004-2011)

La vida artística de José Antonio Ruiz (Madrid, 1951), conocido simplemente como José Antonio, está fuertemente atada al Ballet Nacional de España y se remonta a los orígenes, siendo miembro fundador del primer elenco cuando Antonio Gades estaba al frente. Allí bailó, se hizo estrella, brilló con luz propia como intérprete y más tarde como coreógrafo. Es el director artístico de más larga trayectoria dentro de esta casa, dividiendo su reinado en dos etapas largas que van desde 1986, fecha de la dimisión de María de Ávila, quien le había traído de nuevo como bailarín estrella un año antes, hasta 1992, y más tarde un nuevo período, sucediendo a Elvira Andrés, desde 2011 hasta 2014, fecha en la que toma el relevo Antonio Najarro.

Aprendió José Antonio de los más grandes y entre sus maestros se encuentran personalidades de la talla de, entre otros, Victoria Eugenia, Alberto Lorca, Héctor Zaraspe o José Granero. En sus inicios bailó en el Ballet Español de María Rosa y también en la compañía de Antonio El Bailarín. Y es que genio y gracia tuvo siempre en el baile, pero también dotes para la creación, y ya en el año 1972 estaba fundando su propia compañía Siluetas, donde dio muestras de sus capacidades no solamente para el baile sino para la coreografía, con títulos como Pepita Jiménez, Paso a cuatro y Cancela, además de la danza para un montaje de la ópera de Mozart Las bodas de Fígaro, con dirección del maestro Giorgio Strheler, en La Scala de Milán, teatro en el que ha sido habitual invitado y casi siempre ovacionado. Más tarde, en 1982, reconvirtió su compañía en el Ballet Español de Madrid, con el que creó Variaciones flamencas y Desenlace, entre otras.

No obstante, es dentro del BNE donde desarrolla plenamente su carrera. Su primera gestión se recuerda como uno de los períodos de mayor impulso y alcance internacional de la compañía. Fue con él que la agrupación debutó en el Metropolitan Opera House de Nueva York, consiguiendo el galardón que los críticos de danza de la ciudad norteamericana otorgan al mejor espectáculo del año. Fue mérito de su gestión haber llegado a La Habana, donde estrenó en 1988 su propia versión de El sombrero de tres picos, que por petición expresa de Alicia Alonso, ingresó al repertorio del Ballet Nacional de Cuba. Fue gracias a su voluntad que bailaron en el legendario Kirov ruso, en 1990, donde estrenó su Romance de Luna y, poco más tarde, su creación Zarabanda ingresó al repertorio de este célebre colectivo soviético. Para la Expo 92 de Sevilla crea su propia Medea y dentro de los fastos de la primera década de existencia del BNE, consolidó un sueño, el de bailar junto a Antonio Gades Bodas de sangre, su obra más emblemática y profunda, en la que fueron acompañados por una entonces jovencísima Aída Gómez en el papel de La Novia.

Finalizado este primer y fructífero período dentro del BNE, reactiva su propia compañía y se convierte José Antonio en director de la Compañía Andaluza de Danza sevillana, donde sucedió a María Pagés y precedió a Cristina Hoyos. En 1997 es reconocido con el Premio Nacional de Danza y en 2004 vuelve a su casa, el BNE, nuevamente como director artístico. Aires de Villa y Corte, La leyenda y la muy innovadora El corazón de piedra verde, su último trabajo para la compañía, son relevantes creaciones de madurez en esta segunda etapa, obras que se suman a creaciones de envergadura como Laberinto, Con mi soledad, Don Juan o Carmen, que ya habían ingresado al repertorio de la compañía durante su primera dirección artística.

(Textos: Omar Khan)

Elvira Andrés (2001-2004)

Tras la salida de Aída Gómez, se ofreció la dirección artística del Ballet Nacional de España a la destacada bailaora Cristina Hoyos, que declinó la oferta. Fue entonces nombrada Elvira Andrés (Madrid, 1958), una destacada intérprete que estuvo siempre muy vinculada a la figura de Antonio Gades y que perteneció a la primera generación del BNE. En 1980 consiguió la posición de solista bajo la aprobación del maestro y ese mismo año participa muy activamente en el rodaje de la película Bodas de sangre, de Gades-Saura. Se había formado originalmente con Mariemma y había bailado para el Ballet de Rafael Aguilar, llegando a ser la protagonista de su creación Rango. Tras la salida de Gades del BNE, le siguió a su propia compañía, en la que tuvo destacados papeles y realizó importantes y numerosas giras. Incursionó también en la creación, ganando el Certamen Coreográfico de Danza Española y Flamenco, de Madrid, dos veces: en 1993, por su montaje Mujeres y en el 94 por A la luz. Ese mismo año formó su propia compañía, con la que llegó a montar, en 2000, Bodas de sangre, de su maestro Gades.

Durante su gestión en el BNE, Elvira Andrés insistió en fortalecer una idea de pluralidad en el repertorio de la compañía, que se ha terminado de afianzar y consolidar ahora con Antonio Najarro. En sus manos, la línea del colectivo, coincidiendo con la misma transformación operada en las grandes casas de ballet del mundo, apunta hacia la recuperación de un repertorio clásico y la creación de nuevos trabajos, que permitan ajustar la danza española a las necesidades y preocupaciones estilísticas de nuestro tiempo y estimulen la creación de nuevas piezas por parte de creadores jóvenes. A un año de haber aceptado la dirección del BNE, Andrés había recuperado del olvido piezas de importancia como el Concierto de Aranjuez, de la maestra y precursora Pilar López, quien supervisó personalmente el remontaje de esta obra que hacía ya 25 años que no había sido bailada por la compañía y emprendió el reestreno de Fuenteovejuna, de Antonio Gades, trabajo monumental que supone la quintaesencia de su particular lenguaje. Adicionalmente hurgó en el pasado y se trajo desde finales del siglo XIX, El zapateado, aportación sin igual del creador de Jerez El Estampío, que supuso toda una innovación en su momento. Al lado de esta línea de corte clásico, supo Elvira Andrés ser rompedora y atrevida, invitando a artistas cuya investigación entronca con las necesidades de la danza contemporánea como María Pagés, de quien estrenó su trabajo Ilusiones FM o Teresa Nieto, una artista plural más asentada en el mundo contemporáneo pero con claros intereses por la danza española, que creó para ellos. junto a Florencio Campos, de Arrieritos, su pieza Mareas. Al mismo tiempo, Andrés estrenaba con el colectivo su pieza Colores y hacía una reposición de su creación Mujeres.

La docencia ha sido otra vocación natural de Elvira Andrés. Durante años ha impartido clases en el mítico centro de formación de la calle Amor de Dios de Madrid y una vez finalizado su período como directora artística del Ballet Nacional de España, en 2004, se cuenta entre los destacados maestros que imparten clases en el Conservatorio Superior de Danza María de Ávila de la capital.

(Textos: Omar Khan)

Antonio Najarro (2011-2019)

Desde su llegada a la dirección artística del Ballet Nacional de España, en 2011, Antonio Najarro (Madrid, 1975) tuvo clara la complejidad que presentaba esta compañía que, desde su punto de vista, debía mantener vivo el ya enorme repertorio cultivado, abrir una vía para la nueva creación y apoyar y ampliar la difusión del complejo espectro del folclore nacional. La reposición de obras míticas de la compañía como Danza y tronío, de Mairemma, el Bolero, de Rafael Aguilar, Ritmos, de Alberto Lorca, la Medea del maestro Granero, Viva Navarra, de Victoria Eugenia y, entre otras, el novísimo programa que reúne creaciones históricas de Antonio el bailarín, constituyen una selección rigurosa del pasado que ahora ha vuelto a la vida en los escenarios con su fuerza original.

Paralelamente, Najarro ha ido ampliando el repertorio con producciones de gran formato para las que convoca a un grupo selecto de coreógrafos actuales alrededor de un tema propuesto. Ángeles caídos, lejanamente inspirada en la película de Wim Wenders El cielo sobre Berlín, reunió así el talento de los creadores de vanguardia Rafaela Carrasco, Rocío Molina, Olga Pericet, Javier Latorre, Manuel Liñán y Rubén Olmo, con dirección escénica de Hansel Cereza, al tiempo que Zaguán hace lo propio con creaciones inéditas de Mercedes Ruiz, La Lupi y Marco Flores.

 

De su propia cosecha, Antonio Najarro ha aportado obras en las que desarrolla y ahonda en preocupaciones estéticas y formales que fueron el pilar estilístico de su propia compañía, que había fundado en 2002 y con la que estrenó trabajos visualmente deslumbrantes como Tango flamenco o Jazzing Flamenco, creaciones personales producto de una larga trayectoria. Y es que desde que tenía 15 años este joven creador ya estaba incorporado a la vida profesional. Bailó en el Ballet de Rafael Aguilar. Fue solista para Mariemma y Antonio Gades, brilló en las compañías de José Antonio Ruiz, Antonio Márquez, Aída Gómez o en el Ballet Antología. Como intérprete, entró al BNE en 1997, donde tres años después ascendió a la categoría de Primer Bailarín, y también participó en el Certamen Coreográfico de Danza Española, donde triunfó su pieza Nereidas, que rápidamente ingresó al repertorio de la compañía. La fastuosa Suite Sevilla, Ícaro, Eterna Iberia y Alento, que hace díptico con Zaguán, son algunas de las creaciones que ha estrenado con la agrupación siendo su director artístico.

 

La necesaria vertiente dedicada al folclore ha sido más compleja, en tanto que complejo es el abanico de danzas populares y tradicionales de las distintas regiones del país, cada una con sus propias normas. Tras tres años de preparación del equipo, Najarro estrenó el ambicioso proyecto Sorolla, obra de envergadura que a partir de una ingeniosa dramaturgia hace un despliegue único y coherente de danzas propias de Castilla, Aragón, Navarra, Gipuzkoa, Sevilla, Galicia, Cataluña, Valencia, Extremadura, Elche y Ayamonte. La colección Visión de España, conjunto monumental de catorce pinturas que recrean escenas cotidianas de la vida en estas regiones ideado por el pintor Joaquín Sorolla a petición de la Hispanic Society de Nueva York fue el perfecto punto de arranque para esta coreografía colectiva firmada por Arantxa Carmona, Miguel Fuente, Manuel Liñán y el mismo Najarro, quienes dan vida a esas imágenes a través de las danzas de cada lugar.

Adicionalmente, Najarro se ha propuesto firmemente proyectar una imagen innovadora del BNE, capaz de complacer a su público de siempre pero también atraer a uno nuevo, probablemente más joven, que se sienta identificado con las renovadas propuestas de la agrupación, en sintonía siempre con la sensibilidad del momento. La pluralidad ha caracterizado al Ballet Nacional de España bajo su dirección y, hasta ahora, ha contado con la colaboración y aportación inestimable de los coreógrafos Rocío Molina, Olga Pericet, Rubén Olmo, Mar López, Arantxa Carmona, Manuel Fuente, Francisco Guerrero y Carmen Cubillo, así como también con destacados creadores que además de estrenar sus piezas han impartido clases al equipo como Rafaela Carrasco, Javier Latorre, Manuel Liñán Blanca del Rey, Mercedes Ruíz, La Lupi, Pilar Azorín, Marco Flores, Franco Dragone y, solamente como docente, Carlos Vilán.

(Textos: Omar Khan)

Alento y Zaguán

Antonio Najarro, fiel a sus objetivos de mostrar la danza española en sus más amplias facetas, estrenó su cuarta gran producción para el Ballet Nacional de España el 12 de junio de 2015, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, compuesto por dos obras: Alento y Zaguán.

Cartel del espectáculo Alento y Zaguán

Estreno de Electra

Estreno de Electra en el Teatro de la Zarzuela el 9 de diciembre de 2017.

Obra argumental completa coreografiada por Antonio Ruz y con la colaboración de la bailarina y coreógrafa Olga Pericet en la que da vida, ahondando en diferentes lenguajes de danza, a la tragedia clásica con una visión original y contemporánea inspirada en nuestro imaginario popular.

Cartel del espectáculo Electra

Rubén Olmo (2019- )

Desde septiembre de 2019 Rubén Olmo es el director del Ballet Nacional de España.

Gira Murcia 2019

La primera gira de Rubén Olmo como director del Ballet Nacional de España fue en la ciudad de Murcia en el Teatro Circo, el 16 de noviembre de 2019. El programa interpretado fue Electra.

Cartel del espectáculo Invocación

Estreno programa Invocación

El 7 de marzo de 2020 se estrena en el Festival de Jerez Invocación, primer programa diseñado por Rubén Olmo para el Ballet Nacional de España. En el se ofrece una visión global de la Danza Española, abarcando la mayor parte de sus estilos, desde la escuela bolera a la danza estilizada y el flamenco estilizado.

Incluye además un especial homenaje al bailarín y coreógrafo Mario Maya (1937-2008), uno de los grandes maestros de la Danza Española, quien, a pesar de ser uno de los creadores del Flamenco Teatro Andaluz con su estilo propio y único, no estaba hasta ahora incluido en el repertorio del Ballet Nacional de España.

Cartel del espectáculo Invocación

Estreno programa Centenario Antonio Ruiz Soler

Las coreografías de Antonio el Bailarín seleccionadas (Sonatas, Fantasía galaica y Zapateado de Sarasate) representan la cumbre de su talento dentro de tres estilos distintos: la escuela bolera, el folclore estilizado y la estilización del flamenco. Además, el programa recoge los palos flamencos que Antonio representó con frecuencia con su compañía a través de la visión de Rubén Olmo y Miguel Ángel Corbacho. Completa el repaso a su carrera artística el solo Leyenda, coreografía creada por Carlos Vilán para la composición Asturias, de Isaac Albéniz, otra de las piezas imprescindibles de los espectáculos de Antonio Ruiz Soler. Tampoco falta un guiño a la carrera de Antonio en el cine con la recreación en Vito de gracia de una de las coreografías que bailó con Rosario en Hollywood.

Cartel del espectáculo Centenario Antonio Ruiz Soler