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El coreógrafo, bailarín y director de la compañía Ibérica de Danza Manuel Segovia imparte del 3 al 5 de noviembre de 2021 el primero de los talleres coreográficos #BNEenMovimientoPerpetuo dedicados al folclore actualizado. Premio Nacional de Danza a la Creación 2001, cuenta con una polifacética formación (estudia música, guitarra clásica, danza tradicional, ballet clásico, flamenco y danza española en la Escuela del Ballet Nacional de España, entre otros centros) y trayectoria, que comienza en el Teatro de la Zarzuela y que ha desarrollado en el campo de la reelaboración del folclore hasta crear un lenguaje de autor con base en la danza tradicional española.
¿El folclore es, en tu opinión, un patrimonio cultural que hay que preservar o un lenguaje o técnica de expresión más de la danza?
El folclore es la expresión del pueblo, sus saberes y experiencias, aquello con lo que se identifica, las esencias que surgen del saber de los padres y, sin ninguna duda, nuestro patrimonio, el legado que nos han dejado nuestros maestros y que tenemos la responsabilidad de trasladar a las generaciones venideras. Es verdad que toda esa cultura tradicional juegos, danzas, músicas, cantares, tradiciones… se ha ido perdiendo poco a poco en esta España vaciada. Algunas perdieron hace años su sentido porque iban ligadas a acciones rituales o fiestas que ya no se celebran; lo cual no significa que estén muertas, pero también es cierto que, cada vez más, parte de este folclore surge como representación de un pasado añorado.
Respetando todas las corrientes de opinión que existen en este momento en el mundo del folclore, desde las más ortodoxas y conservadoras hasta las revisionistas, siendo todas necesarias para la conservación y buena salud de este rico legado, sin embargo, a nadie se le escapa que tanto en la música como la danza profesional llevamos años utilizando el folclore como un código abierto de creación de autor, como fuente de inspiración. Esto no es nada nuevo; ya lo utilizó Bela Bartok, uno de los fundadores de la etnomusicología. El gran maestro Antonio Ruiz Soler, pilar de la Danza Escénica Española, es uno de los magníficos ejemplos con su Fantasía Galaica. Por eso, para mí, el folclore es las dos cosas: un maravilloso patrimonio, un legado que debemos transmitir, y un código abierto a la creación que me impulsa a explorar nuevos universos danzados.
¿Cómo es la renovación o actualización del folclore que explora en sus coreografías?
Remontándome a 1995, descubrí entonces a un músico que me llamó poderosamente la atención y luego se convertiría en un gran amigo y mentor, Juan Alberto Arteche, uno de los fundadores de Nuestro Pequeño Mundo, uno de los grupos pioneros de folk en España desde 1968. Me interesó tanto su forma de componer y de tratar la música tradicional que le llamé para colaborar en su trabajo Campos de Sol y Luna, una joya musical. Tenía una arquitectura musical experimental singular y única, pero respetando la esencia. Lo que despertó en mí su música fue el impulso irrefrenable de poner movimiento a su trabajo aplicando y partiendo de ese código abierto que es el folclore para mí, construyendo y elaborando desde el respeto aquellos pasos que mis maestros me habían transmitido generosamente, convirtiéndolos en unidades de movimiento y entrelazándolos con otras técnicas de movimiento de forma natural. Es decir que, estética, orgánica y armónicamente, se correspondían con mis inquietudes y esto me ofrecía un campo inmanente donde explorar y, por lo tanto, crear desde la emoción y no sólo desde la forma. Este trabajo coreográfico me dio las herramientas y el fundamento, la clave y el método, y es, con variantes, la base de mis creaciones y proyectos.
A partir de este hito, la música y los músicos que empezaron a reelaborar y recrear el folclore Eliseo Parra, Javier Paxariño, La Musgaña, Eduardo Laguillo, Alexis Tobías, etc. son parte de mi familia musical y grandes amigos con los que he compartido giras, viajes y muchas experiencias. Sin ellos, y sin los bailarines que incondicionalmente comparten cada proyecto, hubiera sido imposible esta aventura.
Esta percepción del folclore permite en este caso la licencia de llamarle ‘neo-folk’, ya que, como la música que se hace en esa línea, también es danza de autor. Somos continuadores del legado coreográfico de la danza escénica española y, de alguna forma, contribuimos con nuestra percepción a la difusión en el presente de nuestro rico patrimonio.
¿Existe una diferencia entre la danza española y la danza española escénica?
En un debate abierto en el que participé, alguien opinó que decir “danza española” era tan genérico que podría referirse a cualquier tipo de danza que se hiciera en España; lo que me hizo reflexionar y por lo que, personalmente, me gusta más decir danza escénica española. Este término implica a los diferentes estilos de la danza española: folclore, escuela bolera, danza estilizada y flamenco entendidos desde un punto de vista escénico; no es sólo el diseño coreográfico, también lo es la iluminación, la escenografía, el vestuario, la dramaturgia… Creo que todo ello define un poco mejor el arte coreográfico de este maravilloso género. En todo caso es un debate abierto al que animo a los profesionales a participar.
¿Cómo ves el estado de salud del folclore en España desde tu experiencia investigando las danzas tradicionales?
En mi opinión, nuestro folclore y su historia están llenos de paradojas. En su propuesta inicial, el folclore buscaba conseguir el reconocimiento de la ciencia, pero tenemos que reconocer que hoy la palabra folclore se utiliza para definir algo carente de valor e incluso denigrante.
Mi querido maestro Juanjo Linares impulsó, desarrolló y trabajó sobre propuestas para llevar la danza y la música tradicional a la universidad y yo mismo he participado en comisiones junto con asociaciones de folclore para construir una taxonomía de nuestras danzas.
El folclore es algo que debería estar no sólo en la universidad, sino también en los planes de estudios de los colegios e institutos, pero tengo la impresión de que no hay mucho interés por parte de algunas instituciones; parece que el saber popular no interesa.
Sin embargo, tengo que decir que hay familias y asociaciones que cultivan las bases del folclore y las diferentes corrientes en escuelas y agrupaciones amateur con una entrega y pasión realmente envidiables. Podríamos decir que en esos entornos tiene y disfruta de buena salud, lo cual no deja de ser una paradoja dentro de su presente en marcha.
¿Estamos viviendo una renovación del folclore o es un movimiento minoritario?
Me gusta decir que nuestros seguidores son un movimiento mayoritariamente minoritario, es decir, que aún no es un movimiento que llame la atención de grandes masas, pero sí de bastantes seguidores como para seguir trabajando con ilusión.
En este momento van surgiendo cada vez más talentos coreográficos que se interesan por el nuevo folclore y están haciendo un magnífico trabajo y, sin duda, seguirán apareciendo. Soy optimista a este respecto.
¿Cómo te llevas con los defensores a ultranza de la tradición?
Tengo grandes amigos que defienden puntos de vista diferentes al mío, y colaboro con ellos puntualmente en talleres para grupos donde se debate desde el respeto mutuo y todos aprendemos juntos; nos llevamos muy bien, la verdad.
¿Cuál ha sido la evolución de la compañía Ibérica de Danza que creaste con Violeta Ruiz en 1993?
Si tuviera que hacer una valoración retrospectiva de nuestra compañía, deberíamos tener en cuenta al menos tres recorridos: la creación, la financiación y la formación. El primero ofrece un balance muy satisfactorio con reconocimientos institucionales y del sector, como el Premio Nacional de Danza a la Creación o el Premio Villa de Madrid a la Coreografía, y las más de 30 producciones y giras por más de 20 países, aparte de colaboraciones en grandes proyectos, como Wroclaw, Capital Europea de la Cultura 2016, o la participación como organizadores en el Festival Ibérica Contemporánea en México desde su creación en 2007.
El segundo recorrido es más arduo y complicado. Podemos decir que la financiación es a lo que se enfrenta cualquier empresa del sector de las artes escénicas en nuestro país; incluso, en el caso de la danza, es un poco más complejo e implica una lucha constante. Para poder tener interlocución con las instituciones, los profesionales tuvimos que constituir la Asociación de Profesionales de la Danza, Emprendo Danza para empresas y compañías, y la federación de empresas FECED. Lidiamos en diferentes frentes de la cadena de valor de una producción: tecnología, financiación, distribución, comunicación… y no siempre se obtienen los resultados que se quisiera. Mantener una compañía de gran formato como la nuestra (hemos llegado a ser 30 personas de gira) es realmente un reto diario.
El tercer recorrido, y, a su vez, paralelo, es el de formar a nuevos bailarines y a nuevos públicos. Pero no nos quejamos; somos guerreros y seguiremos peleando para que nuestra sociedad aprecie la danza escénica española como arte y disfrute y forme parte del deseo de los ciudadanos incorporarlo a sus aficiones.
Aunque las instituciones deberían ayudar más en este sentido, la Academia para la Difusión de la Danza Española que presido ha elaborado un informe hace más de cinco años para que la danza española sea declarada Bien de Interés Cultural y seguimos esperando una respuesta del Ministerio de Cultura. Si las propias instituciones no nos apoyan, es complicado avanzar. Dicho esto, mi balance personal es positivo, porque me apasiona mi trabajo.
¿Qué camino quieres recorrer como creador en el futuro?
Campos de Sol y Luna fue mi primera creación utilizando el folclore como código abierto de primera generación. En Vértigo, nuestra última producción, estamos trabajando y explorando nuevos caminos para definir los que serían códigos de segunda generación. Mi labor como creador en este presente en marcha es profundizar en estos códigos, desarrollar y seguir definiendo el método.
También eres fundador y director artístico de los festivales de música Folkinvierno y MadridFolk, dos de los más de 50 certámenes de músicas del mundo que se celebran en España. ¿Antes del parón causado por la pandemia vivían una buena etapa este tipo de festivales? ¿Se traslada esta buena situación a la danza o solo la vive la música?
Cuando hablamos de música folk o de nuevo folk, hablamos de música para minorías mayoritarias, que normalmente llenaban los espacios, siempre que fueran salas de pequeño o mediano formato. La pandemia ha sido un desastre para todos en general, pero para los conciertos, la danza y las artes escénicas, en particular, el cierre de los teatros ha sido total. Hay algunas diferencias cuando hablamos de conciertos y de espectáculos de danza. Normalmente, un grupo de música tiene seguidores incondicionales que asistirán al concierto sí o sí. En la danza no se da esa premisa; falta afición, seguidores que asistan a los espectáculos de esta o aquella compañía, público aficionado incondicional que disfrute de un espectáculo de danza de calidad. Aunque tengo que matizar que cuando el espectador que no ha visto un espectáculo de danza viene a vernos, repite. Realmente son mundos paralelos, cercanos, pero no siempre se hermanan. Tanto en Folkinvierno como en Madridfolk he conseguido conectar estos dos mundos y es realmente emocionante ver cómo aquellos amantes de la música y seguidores de grupos se convierten también en amantes y seguidores de la danza.
¿Cómo vas a trabajar este taller coreográfico con los bailarines del Ballet Nacional de España?
La idea es acercarnos a los ritmos y al baile charro. Basándonos en la estructura coreográfica de la Suite del Rebollar, crearemos una pieza de autor con una nueva arquitectura, utilizando diferentes técnicas y procesando los movimientos con una fusión de estilos y géneros. Es, por tanto una pieza ecléctica en su esencia, que parte de unidades de movimiento de nuestro folclore para reinterpretarlas.
Trabajaremos los orígenes de las piezas, analizaremos los pasos y recrearemos combinaciones de código abierto y diseño del movimiento en un espacio escénico. Estos ejes nos permiten generar un folclore imaginario o neofolk a partir de los pasos reinterpretados de nuestras danzas tradicionales que también nos proporcionan un espacio emocional de código abierto, libre de fronteras y limitaciones estereotipadas.
¿Cuál es la principal idea que quieres transmitir?
Lo que vamos a trabajar y desarrollar en nuestro taller es el lenguaje coreográfico de autor a partir de unidades de movimiento y secuencias que provienen de la danza tradicional y la reinterpretación personal de las mismas. Conoceremos su esencia, estilo y estructura, buscando la calidad del movimiento a la vez que el contenido, con apoyos energéticos y emocionales. El objetivo es que los bailarines tomen conciencia de la importancia de la danza tradicional, su capacidad de renovación y proyección para la construcción de nuevas coreografías y la posibilidad que ofrece a intérpretes y creadores vinculados a la danza escénica española.