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El coreógrafo y director de La Veronal Marcos Morau nos abre la puerta al imaginario del fotógrafo colombiano con Afanador, la nueva producción del Ballet Nacional de España.
¿Cómo acabas conociendo la figura de Afanador y qué es lo que te lleva a crear toda una producción alrededor de su obra?
Todos los que tenemos fascinación por la fotografía actual conocemos a Ruvén Afanador y toda su obra. Su manera de componer y de escenificar las fotografías es algo que va más allá de la fotografía y atraviesa la delgada frontera que separa las artes en nuestro tiempo.
Ruvén Afanador no “hace” fotos, las construye, las escenifica.
En el mundo del arte todo está interconectado, todo se nutre de lo opuesto, de lo diferente, de lo extraño, de lo desconocido. Creo que en esa fijación por lo desconocido y por lo nuevo es donde me siento atraído por toda su obra, y esto se convierte en el motor que activa mi deseo de crear una obra escénica a partir de toda su mirada.
A partir de todas las preguntas que él lanza en sus fotografías yo no intento buscar las respuestas, sino seguir planteando ausencias, conflictos y tensiones entre las figuras que habitan cada paisaje.
En otras entrevistas has mencionado que también haces fotografía, ¿cómo es basarse en la obra de otro fotógrafo?
Estudié fotografía y soy nieto de fotógrafo y aunque nunca me dediqué profesionalmente a la fotografía siempre la tuve muy presente en mi trabajo como creador de mundos y director de escena.
Reconocer el talento en el otro es un sentimiento que construye y que alivia. Ruvén Afanador siente pasión por la fotografía y el hecho de apoyarme en sus fotos y en sus personajes es un regalo para mi creatividad y al mismo tiempo una responsabilidad: mi objetivo no es hacer un trabajo documental sobre su obra sino inspirarme en su trabajo para levantar otro. Las referencias, los destellos de su trabajo sobre el mío han de servir para soñar con un mundo que deje de ser de Afanador y que al mismo tiempo sueñe con él. Esta es la clave.
¿Cómo ha sido la fase de investigación, has llegado a tener contacto con Ruvén Afanador durante el proceso?
Sí, hemos hablado, me ha regalado sus libros, vídeos de las sesiones y sobre todo ha depositado en mí mucha confianza. De momento con todo es suficiente para poder emprender este viaje.
¿Con qué retos te has encontrado en esta producción? ¿Qué ha sido lo más satisfactorio?
El principal reto es acercarme a unos bailarines con un lenguaje que no había trabajado anteriormente. Este reto lo tomo como una virtud. Sólo enfrentándose a lo desconocido y a lo nuevo es como conseguimos avanzar, crecer y seguir teniendo fascinación por lo que hacemos.
Ya has trabajado con parte del equipo que has elegido para la producción de Afanador, ¿sueles trabajar con el mismo equipo en tus trabajos o según la producción buscas a colaboradores concretos?
Construir un equipo con el que te sientas seguro y cómodo es algo que puede llevarte una vida. Una vez lo encuentras cuesta mucho separarse de él, es bonito ir sumando gente nueva, gente joven, nuevas sensaciones que convivan con las ya existentes. Perderse juntos para volver a encontrarse y seguir construyendo.
¿Cómo es pasar de la danza contemporánea a la danza española? ¿Sigue notándose el trasfondo de venir del contemporáneo en Afanador?
Se nota pero no se sufre. Estoy intentando acercarme a su lenguaje más que llevarles al mío aunque no lo parezca. Aquí el equilibrio es lo importante: que ellos se sientan fuertes y cómodos con quienes son y mi equipo y yo nos sintamos convencidos del acuerdo y del pacto que estamos estableciendo con ellos y con Ruvén Afanador.
¿Qué has querido transmitir con esta obra y qué va a encontrar el público en Afanador?
A todos nos fascina el mundo del flamenco, le pasaba a Afanador siendo colombiano, me pasa a mí siendo valenciano. Pero el mundo del flamenco ya existe y tiene su fuerza y su propia evolución; porque no podemos olvidar que todo cambia, que todo avanza, y que el cambio es vida, quedarse quietos nos lleva a la muerte.
Dicho esto, mi punto de partida ha sido, partir del mundo de Ruvén Afanador y soñar sobre él y todas sus deformaciones oníricas: ver el mundo del flamenco a través de una lente deformante, que es una lente que parte del sueño, del deseo, de la memoria.
Si los elementos de la tradición son tranquilizadores por definición, ¿qué ocurre si estos elementos tranquilizadores se volvieran extraños e irreconocibles?
Es un trabajo surrealista el que hace Ruvén Afanador con el flamenco y el que yo mismo con La Veronal hacemos constantemente. Por tanto el punto del que partimos Ruvén Afanador y yo es el mismo: no representar el mundo que existe sino inventarlo.
¿Por qué deberíamos ir a verla?
Creo que las artes performativas y en general todas las artes viven un gran momento de hibridación, de mezcla, de contagio. Todo se alimenta de todo y todo crece y avanza. El mundo cambia y necesita que el arte esté ahí para traducirlo en obras que hablen de nuestro tiempo.
Afanador es un trabajo que parte de un legado sagrado y se enfrenta a nuestro tiempo y sus cambios. Es un trabajo de rigor, de belleza y de misterio: porque solo mezclando el pasado con el presente conseguimos descubrir y lanzarnos hacia adelante. Y esto es lo que Afanador quiere: respetar el legado, mezclarlo con nuestro presente y lanzarlo al futuro.