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Maribel Gallardo. Foto: María Alperi

Actualidad

Maestra repetidora y ex primera bailarina del Ballet Nacional de España, compañía a la que pertenece desde que Antonio Ruiz Soler era director, Maribel Gallardo ha sido Medea y La Celestina. En La Bella Otero recae en sus manos el papel de Madame Otero, la Carolina Otero madura que se enfrenta al fracaso y a la soledad.

¿Cómo describirías al personaje histórico de la Bella Otero?

Como una mujer transgresora que gritó al mundo en silencio ante una sociedad machista. Una mujer que, a pesar de que la vida le robara su niñez, supo sobrevivir en un mundo machista, embaucando y seduciendo a los hombres con su arte y sensualidad en beneficio propio, utilizando todo su potencial para situarse en lo más alto de la aristocracia de la época. 

¿Y al personaje como papel dramático y como bailarina?

En este momento es una gran motivación y un gran reto dentro de los diferentes registros que he abarcado dentro de mi dilatada carrera. Me ha costado enfrentarme a él, pero ha sido maravilloso.

¿Hay algo de la Bella Otero en ti?

Creo que en todas las mujeres hay algo de la Bella Otero.

¿Qué supone para ti protagonizar este ballet con el Ballet Nacional de España?

Supone volver a tener la oportunidad de poder disfrutar del escenario con un papel argumental como es este y poder compartirlo con las nuevas generaciones dentro de esta maravillosa compañía.

¿Cuántos años hace que no bailas con la compañía?

Desde 2013, cuando interpreté el personaje principal de Medea, del maestro Granero, que representamos, entre otros lugares, en el Festival de Mérida y llevamos de gira por Japón y China.

¿Cuál es el aspecto más difícil para ti de bailar el papel de la Bella Otero?

Quizás el obtener la forma física que todo bailarín se exige para salir a escena y también enfrentarme al lenguaje de un coreógrafo nuevo, que en este caso es nuestro director. 

Recae además en ti la responsabilidad de cantar un aria de ópera.  

Cuando la Bella Otero vio la ópera Carmen, de Bizet, se reflejó en ese personaje y quiso ser Carmen. Fue el comienzo de su carrera y también, el final. Ella quería interpretar a Carmen y financió una producción de la ópera cuando estaba ya en el declive de su carrera, aunque nunca había sido cantante, y menos de ópera. En nuestra obra, unimos la interpretación de la Habanera de Carmen con Rasputín, que es el que se atreve a decirle que ya no es la estrella que fue y que lo mejor es que se retire dignamente, aunque ella no lo acepta. Eso es lo que hemos querido reflejar en la escena en la que canto. 

¿Habías cantado antes en escena?

No, me he tenido que preparar con una soprano, Carmen Solís, que me estuvo ayudando con la vocalización y la entonación para cantar la Habanera con el grado de desafine que exigía el personaje. Yo no soy cantante, pero me costó asimilar el enfrentarme al público y tener que hacerlo mal, porque todo artista quiere hacerlo lo más dignamente posible. Hasta el día del ensayo general no entendí que yo era la Madame Otero fracasada y a partir de ahí empecé a disfrutar del personaje. Lo que más me apasiona es la interpretación y por eso dije que sí a ciegas cuando Rubén me lo propuso. Me envió un vídeo de la Callas “para que me lo fuera mirando” y entonces me enteré que tenía que cantar también. Y me he alegrado muchísimo porque cada día es un descubrimiento. Enfrentarme a una orquesta para cantar la Habanera en el Teatro de la Zarzuela, el primer escenario que yo pisé con 8 años, es increíble.

¿Qué ha sido lo más satisfactorio?

El fruto que obtengo de ese trabajo de unión entre el coreógrafo y el director de escena logrando a través de sus pautas los objetivos fijados dentro de un personaje tan apasionante y complejo.

¿Es más complicado que el público acepte una obra argumental que un programa solo de danza?

Depende de cómo lo argumentes. Será bien aceptada siempre y cuando se haga con la calidad con la que lo ha hecho Rubén Olmo, u otros antes en el Ballet Nacional de España, como José Antonio o el maestro Granero. Lo que tiene La Bella Otero es que es fácilmente entendible sin conocer su historia de antemano. Miras cada escena y ves que tiene un significado. No tiene por qué ser más complicado si se plasma con una escenografía, iluminación y dramaturgia como las de La Bella Otero. Lo que sí es más difícil es montar una obra así, por supuesto. Y tiene más riesgo.