Saltar al contingut Saltar a la navegació Informació de contacte

Actualidad

El Ballet Nacional de España ha homenajeado al artista malagueño con una actuación en colaboración con la Casa de Velázquez, institución que acoge la exposición "Embrujo: Los mundos de Miguel de Molina" hasta el próximo 27 de octubre. La inmortal "Ojos verdes", interpretada por Martirio y coreografiada para la ocasión por el director del Ballet, Rubén Olmo, ha cerrado el programa.

El Ballet Nacional de España, dirigido por Rubén Olmo, ha homenajeado al artista malagueño con un programa especialmente realizado para la ocasión. El público ha podido disfrutar de dos coreografías del repertorio de la compañía, Martinete y Caracoles, y de una tercera, con la música de la inmortal copla de Molina, Ojos verdes. La voz de Martirio y la interpretación de Raúl Rodríguez han acompañado a los bailarines, que han cerrado de esta forma tan emotiva su actuación.

Para Alejandro Salade, director de la Fundación Miguel de Molina y sobrino nieto del artista, este homenaje es otro hito más en el proceso de recuperación plena de un creador universal que sacudió el mundo de la escena y nos dejó un importante legado artístico.

El evento ha sido organizado por el Ballet Nacional de España y la Casa de Velázquez, institución que acoge la exposición Embrujo: Los mundos de Miguel de Molina hasta el próximo 27 de octubre. La muestra forma parte de un proyecto de investigación internacional respaldado por la Casa de Velázquez, que estudia la obra del artista malagueño a través de su archivo personal.

Nancy Berthier, directora de la Casa de Velázquez, ha subrayado la necesidad de fomentar este tipo de acciones transdisciplinarias, en la encrucijada de la creación y de la investigación, para conseguir un mejor entendimiento de las problemáticas contemporáneas, como es el caso de la rehabilitación memorial del legado de Miguel de Molina.

El legado del polifacético “Rey de la Copla”

Esta exposición, que muestra parte del Archivo de la Fundación Miguel de Molina, visibiliza los aspectos menos conocidos del popular cantante con materiales hasta ahora inéditos. Porque Molina no fue únicamente un genial intérprete de copla. Inició su carrera como “bailarín de arte gitano” con Soledad Miralles sin haber pisado jamás una academia de baile y, aún así, Antonia Mercé “La Argentina” le contrató para interpretar a “El Espectro” en su versión de El Amor brujo en 1934. Poco después, ya montaba sus propios espectáculos acompañado de la actriz cómica Amalia de Isaura. Fue entonces cuando Molina empezó a desplegar todo su genio: no sólo diseñaba y cosía el vestuario vanguardista de sus actuaciones, sino que también coreografiaba, diseñaba la escenografía, dirigía la escena e incluso realizaba arreglos en los números musicales.

En este sentido, Rubén Olmo, director del BNE, ha destacado la influencia de Molina en la renovación estética de la copla española, al introducir elementos de la vanguardia y concebir la puesta en escena desde ese punto de vista integrador de todas las disciplinas implicadas. Éste es el legado que el Ballet Nacional de España ha querido homenajear, un legado que va más allá del personaje y desvela a un creador que, sin duda, ha dejado su huella en las artes escénicas de nuestro país.