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Afanador
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Un espectáculo inspirado a partir del imaginario de Ruvén Afanador. Estreno absoluto en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, el 1 de diciembre de 2023, por el Ballet Nacional de España.
Un espectáculo inspirado a partir del imaginario de Ruvén Afanador.
Inspirado y fascinado por los libros Ángel Gitano y Mil Besos no podía yo limitarme a copiar tanta belleza. Las magistrales sesiones fotográficas de Ruven Afanador en Andalucía son irrepetibles: es irrepetible la alquimia que allí se dio entre el fotógrafo y figuras del carisma de Israel Galván, Matilde Coral, Eva Yerbabuena, José Antonio o el mismísimo Rubén Olmo.
Mi viaje empieza donde terminan aquellas sesiones, y cuando termino de soñar con ellas, incapaz de recordar los detalles completos o de someterlos a una lógica que se ha perdido por el camino, aparece el afán del despertar.
Afanador eclosiona en la tensión entre la fascinación que se emana de las fotos de Ruven Afanador, y mi propia fascinación por todo el misterio, tan diurno y a la vez tan nocturno, que en su día fascinó a Ruven.
Estudié fotografía y soy nieto de fotógrafo. Aunque nunca me dediqué profesionalmente a la fotografía siempre la tuve muy presente en mi trabajo como creador de mundos y director de escena. Con su impresionante labor de escenificación y evocación de la imagen, Ruven Afanador me ha impulsado a reflexionar sobre el parentesco vital entre composición fotográfica y coreográfica: el desafío carnal que es, en ambas, capturar la vida – eso, que, por definición, no se deja capturar.
Ruven Afanador observa el flamenco a través de una lente deformante, hecha de sueño, deseo y memoria. Si los elementos de la tradición son tranquilizadores por definición, ¿qué ocurre cuando estos se vuelven extraños e irreconocibles? La mirada surrealista de Afanador sobre el flamenco es muy parecida a la mirada sobre el mundo que ha nutrido en estos años mi trabajo al mando de La Veronal: no representar el mundo que existe sino inventar uno nuevo.
Hablando de cine, Estrella de Diego, que cito libremente, dijo: “Habría que entrar sin premeditación en el ámbito oscuro, con la película empezada, sin conocer de antemano el programa, arrastrados por el azar. Habría que sentarse, abandonarse a los sentidos sin prepararlos, sin dirigirlos por opiniones ni sinopsis. Habría que ir al cine en busca de algo que no fuera la historia que se cuenta. Saber que en el cine, como en la vida, uno siempre acaba por identificarse consigo mismo, nunca con el personaje ni con la trama”.
Me gustaría que la gente entrara así a vernos, como en ciertos sueños, donde reconocemos los lugares, las personas, los paisajes y, sin terminar de comprender qué les sucede, sabemos que hablan de nosotros.
Marcos Morau
Inspirado y fascinado por los libros Ángel Gitano y Mil Besos no podía yo limitarme a copiar tanta belleza. Las magistrales sesiones fotográficas de Ruven Afanador en Andalucía son irrepetibles: es irrepetible la alquimia que allí se dio entre el fotógrafo y figuras del carisma de Israel Galván, Matilde Coral, Eva Yerbabuena, José Antonio o el mismísimo Rubén Olmo.
Mi viaje empieza donde terminan aquellas sesiones, y cuando termino de soñar con ellas, incapaz de recordar los detalles completos o de someterlos a una lógica que se ha perdido por el camino, aparece el afán del despertar.
Afanador eclosiona en la tensión entre la fascinación que se emana de las fotos de Ruven Afanador, y mi propia fascinación por todo el misterio, tan diurno y a la vez tan nocturno, que en su día fascinó a Ruven.
Estudié fotografía y soy nieto de fotógrafo. Aunque nunca me dediqué profesionalmente a la fotografía siempre la tuve muy presente en mi trabajo como creador de mundos y director de escena. Con su impresionante labor de escenificación y evocación de la imagen, Ruven Afanador me ha impulsado a reflexionar sobre el parentesco vital entre composición fotográfica y coreográfica: el desafío carnal que es, en ambas, capturar la vida – eso, que, por definición, no se deja capturar.
Ruven Afanador observa el flamenco a través de una lente deformante, hecha de sueño, deseo y memoria. Si los elementos de la tradición son tranquilizadores por definición, ¿qué ocurre cuando estos se vuelven extraños e irreconocibles? La mirada surrealista de Afanador sobre el flamenco es muy parecida a la mirada sobre el mundo que ha nutrido en estos años mi trabajo al mando de La Veronal: no representar el mundo que existe sino inventar uno nuevo.
Hablando de cine, Estrella de Diego, que cito libremente, dijo: “Habría que entrar sin premeditación en el ámbito oscuro, con la película empezada, sin conocer de antemano el programa, arrastrados por el azar. Habría que sentarse, abandonarse a los sentidos sin prepararlos, sin dirigirlos por opiniones ni sinopsis. Habría que ir al cine en busca de algo que no fuera la historia que se cuenta. Saber que en el cine, como en la vida, uno siempre acaba por identificarse consigo mismo, nunca con el personaje ni con la trama”.
Me gustaría que la gente entrara así a vernos, como en ciertos sueños, donde reconocemos los lugares, las personas, los paisajes y, sin terminar de comprender qué les sucede, sabemos que hablan de nosotros.
Marcos Morau
Idea y dirección artística: Marcos Morau
Coreografía: Marcos Morau & La Veronal
Lorena Nogal
Shay Partush
Jon López
Miguel Ángel Corbacho
Dramaturgia: Roberto Fratini
Diseño de escenografía: Max Glaenzel
Realización escenografía: Mambo Decorados y May Servicios para Espectáculos
Diseño de vestuario: Silvia Delagneau
Realización de vestuario: Iñaki Cobos
Composición musical: Juan Cristóbal Saavedra
Colaboración especial: Maria Arnal
Diseño de iluminación: Bernat Jansà
Diseño y realizado dispositivos electrónicos: José Luis Salmerón de la CUBE PEAK
Diseño de audiovisual: Marc Salicrú
Fotografía: Ruven Afanador
Posticería: Carmela Cristóbal
Tocados: JuanjoDex
Asesoramiento peluquería: Manolo Cortes
Asesoramiento maquillaje: Roció Santana
Calzado: Gallardo
La mirada de Ruven Afanador no es documental: no entrega a la historia un archivo de eventos, estilos, personalidades. Tampoco es monumental: no apunta a restituir una imagen glamurosa y fotogénica de su objeto. La mirada de Afanador es deseosa: deforma su objeto, y se deja deformar por él. El objeto del deseo – Buñuel y el surrealismo lo habían intuido – es oscuro por definición. Desear nos hace ignorantes, inexpertos, incompetentes, porque desear es fijarse en lo que huye, enfocar una desaparición. El deseo compone su objeto, y a veces lo inventa, con tal de seguir observándolo. Y así produce otro conocimiento, subjetivo, infalible y revelador. El objeto se delata ante los ojos y los delata.
Acercándose desde el deseo al multiverso del folclore andaluz, Afanador lo obliga a revelarse, y se revela. Como si soñara con él, deja aflorar los lapsus, los delirios, el subconsciente del flamenco, sus pulsiones de eros y muerte, sus verdades no documentables. Lo devana en mil amplificaciones, como un mundo grotesco y suntuoso, un cuerpo impensable de sombra y de luz. Mientras mira al abismo del flamenco, se deja mirar por él.
Nuestro trabajo es sólo otro eslabón en esta genealogía de sueño y deseo: relata (o delata) nuestra mirada de Ruven Afanador mirando sus modelos. Y habla de la fotografía como de un pasmoso acontecer del mundo en los ojos. No hay trama: sólo hay capricho, como en la memorable serie gráfica de Goya: temas familiares y gestos reconocibles, como personajes enmascarados de una troupe de “motivos”, se dan cita en las imágenes, como si se llamaran recíprocamente, por asociación, analogía, atracción; o por un desenfrenado juego de metamorfosis, angelical y diabólico: los caprichos no hablan de otra cosa que de la imagen como milagro y aquelarre.
No hay fotografía que no esté suspendida a un suspiro, o a mil y un besos, del fuego que quema la imagen.
Roberto Fratini Serafide
Barcelona Gran Teatro del Liceo