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Estreno absoluto por el Ballet Nacional de España el 21 de diciembre de 1989, en el Teatro de la Zarzuela de Madrid (España).
Coreografía: José Antonio
Música: José Nieto (original)
Figurines: Miguel Narros
Escenografía: Andrea D´ Odorico y Mario Bernedo
Libreto: Miguel Narros sobre la obra homónima de José Zorilla
Iluminación: Josep Solbes
Dirección escénica: Miguel Narros
Ayudantes de Narros: Sonia Grande y Elena Sanchís
Realización de vestuario: Peris Hermanos
Realización de decorados: Cofiño y Enrique López
Esculturas: José Manuel Méndez Rodríguez
Máscaras y sombreros: Gerardo, Tony
Calzado: Gallardo, Maty, Freed’s de Londres
Utilería y peluquería: Ballet Nacional de España
Interpretación musical
Cante: Juan José Alcalá
Orquesta: Orquesta Sinfónica de Madrid
Director: Enrique García Asensio
PRIMERA PARTE
Primera noche de Don Juan
Carnaval. Máscaras barrocas donde predominan las alusiones a la muerte.
Encuentro de Don Juan con la desconocida. La Dama Cubierta, entrega a Don Juan una tórtola blanca (símbolo de la virtud e inocencia).
Carnaval alegre y desenfrenado.
Don Juan toma la tórtola y sostiene con ella una íntima conversación.
Ha transcurrido un año justo. Plazo fijado ante un público tabernario para cotejar los resultados de una descabellada apuesta, en la que Don Juan y Don Luis tienen que demostrar cuál de ellos es mejor. Se prepara el escenario donde tendrá lugar el desafío.
Se cruzan apuestas. Don Luis nos contará su historia llena de violencia, muerte y saqueos, Don Juan, sus historias de amoríos y aventuras galantes.
Se comparan las listas.
Don Juan sale victorioso.
Don Luis no se resigna a perder y propone un nuevo reto: “la seducción de una novicia”.
De entre los asistentes, Don Juan descubre a Doña Ana de Pantoja, rica heredera de una noble familia, prometida en matrimonio con Don Luis, y frente a todos la seduce.
Los dos hombres mayores: el Comendador y Don Diego Tenorio irrumpen en la ya forzada situación.
Don Juan desenmascara a los dos ancianos.
Rompe con el Comendador.
Rompe con su padre.
Sale a hombros de una multitud enloquecida.
La apuesta queda en pie Doña Ana, humillada intenta comprender y hacerse comprender por el derrotado Don Luis.
La profanación
Convento en el que está depositada Doña Inés.
Doña Inés es vigilada por monjas oscuras y silenciosas.
Los muros del convento no son lo suficientemente gruesos para contener las voces del hombre, que llegan desde la calle, inquietando a las pacíficas mujeres, dedicadas a la oración.
Brígida entrega a Doña Inés una carta de Don Juan.
Inés temblorosa lee la carta. Emociones nuevas se van despertando en Inés: miedo y curiosidad.
Aparición de Don Juan. Inés hipnotizada por la presencia de Don Juan, se desmaya.
Don Juan la rapta.
Una carta de amor queda en el suelo.
Intranquilidad entre las monjas.
Don Gonzalo entra buscando desesperadamente a su hija.
Las monjas intentan detenerle. Descubre la carta. Arrebato y obcecación generales.
El diablo a las puertas del cielo
Doña Inés despierta en los brazos de Don Juan.
La noche, la luna, el río son testigos del amor de Don Juan por Doña Inés. Único amor que salva o condena, y que cambiará de raíz el destino de Don Juan.
La desconocida se hace presente interponiéndose entre los dos.
La desconocida introduce a un derrotado Don Luis y a un ofendido Comendador.
Don Juan quiere ser escuchado olvidando su máscara de burlador. Ahora es un simple hombre enamorado que suplica y se humilla.
Un cerco peligroso se va estrechando.
Don Juan mata al Comendador y a Don Luis.
La alarma se pone en movimiento y Don Juan es obligado a huir.
Doña Inés queda sola rodeada de muerte y destrucción.
SEGUNDA PARTE
La sombra de Doña Inés
Don Juan ha regresado de un largo exilio, enfermo y avejentado.
Su casa se ha convertido en monumento mortuorio que alberga los restos de quienes le negaron la vida.
La desconocida, acompañante fiel de Don Juan, le va mostrando las amenazantes estatuas de mármol que custodian el monumento donde yace Doña Inés.
Don Juan se entera de que Doña Inés ha muerto.
Doña Inés ha sido un recuerdo vivo y constante en Don Juan, causa de su soledad. Por ella ha vivido y por ella ha regresado.
Don Juan delirante intenta poseer la estatua de su amada.
La estatua desaparece, todo ahora es irrealidad, Don Juan está perdido en un laberinto de sombras.
Las estatuas amenazantes le rodean.
Don Juan tiene que enfrentarse con los muertos, como antes lo hizo con los vivos.
Don Juan despierta de sus alucinaciones en presencia de sus viejos amigos, el Capitán Centellas, Ciutti y Avellaneda que le reaniman del desmayo.
Don Juan advierte que todo está en orden. Las estatuas han vuelto a su lugar.
Vuelve a ponerse la máscara de Don Juan.
Invita a sus amigos a cenar a su casa, pero antes de marchar golpea con su guante al Comendador y le invita también a la cena.
La estatua de Don Gonzalo
Mesa preparada para el extraño convite.
Don Juan como buen anfitrión atiende a sus invitados.
Ha preparado un cubierto para el Comendador.
Los amigos están incómodos por el extraño comportamiento de Don Juan.
Don Juan cae de nuevo en su delirio e invoca al Comendador.
Llamadas cada vez más cercanas se oyen. Todo cambia. La estatua del Comendador se hace visible.
La estatua le comunica el breve plazo de su vida: «Esta misma noche ha de morir Don Juan».
Doña Inés aparece para pedir a Don Juan que reflexione sobre la advertencia del Comendador.
Las sombras han desaparecido.
Don Juan despierta a sus amigos, acusándoles de ser ellos los creadores de esta grotesca farsa.
Sus amigos indignados se conjuran contra él. Sacan las espadas.
Don Juan desafía a los dos amigos.
Misericordia de Dios
Don Juan agonizante, con una herida roja en el pecho, desafía al Comendador.
La desconocida, eterna enamorada de Don Juan, le conduce al macabro festín que el Comendador ha preparado.
Fuego y ceniza. Y el escaso tiempo que queda en un reloj de arena.
Don Juan se entera que ha sido asesinado por sus amigos.
Contempla su propio entierro.
Le rodean personajes conocidos, que ha burlado en la otra vida.
Sombras penitentes que esperan su eterno castigo.
La mano de piedra de la estatua aprisiona la de Don Juan.
Don Juan aterrado siente ahora que la fuerza de la fría mano del Comendador es invencible.
Inés le rescata de la condena eterna.
Don Juan pide perdón.